jueves, 26 de enero de 2012

Andréi Platonov y el ferrocarril

El ingeniero y novelista ruso Andréi Platónovich Kliméntov, (1899–1951) que firmó sus obras como Andréi Platonov, fue el autor de Chevengur, un canto al hecho de que la mayor riqueza de los humanos es que somos todos distintos y al hecho de que sólo de la mano de los sueños y los deseos, la tecnología es útil a la humanidad. El fragmento de la novela que se reproduce a continuación constituye uno de los más bellos ejemplos del tratamiento por parte de un novelista de la pasión que puede llegar a sentir un ferroviario por su profesión y su mundo.

Al día siguiente Zajar Pávlovich acudió al depósito. El maquinista-maestro, un viejecito que desconfiaba de las personas vivas, estuvo observándole durante largo rato. Amaba las locomotoras con tanta pasión y celo que sentía pavor al verlas en marcha. Si estuviera en su poder daría descanso eterno a todas las locomotoras para que no las estropearan las bastas manos de gente ignorante. Opinaba que las personas eran muchas, y las máquinas pocas; que las personas eran seres humanos vivos que podían defenderse por sí mismos, mientras que las máquinas eran seres delicados, indefensos y quebradizos; y que para llevarlas como es preciso había que abandonar a la esposa, quitarse de la cabeza todas las preocupaciones y mojar el pan en oleonafta: sólo entonces podía permitirse que un hombre se acercara a las máquinas, y eso tras diez años de paciente espera!

En este otro fragmento, Platonov avanza la visión que tendrán los antropólogos de la segunda mitad del siglo XX sobre la vinculación entre tecnología y humanidad.

–¡Fíjate en los pájaros! [dijo el maestro maquinista] ¡Son preciosos, pero como no trabajan no queda nada tras ellos! ¿Has visto algo hecho por pájaros? ¡Absolutamente nada! Bueno, algo hacen para conseguir alimentos y cobijo. Pero, ¿dónde están sus productos instrumentales? ¿Dónde el ángulo de avance de sus vidas? No lo tienen, ni lo pueden tener.
–¿Y el hombre? –preguntó Zajar Pávlovich, que no acababa de entender al maestro.
–¡El hombre tiene las máquinas! ¿Comprendes? El hombre es el principio de todo mecanismo, mientras que los pájaros son el final de sí mismos.